Parece más sensato y conveniente desvelar las motivaciones y criterios seguidos a la hora de escribir una obra que esperar a que sean los lectores quienes, con mayor o menor tino, intenten calificar a posteriori lo leído, con todo lo que eso comporta. En otras palabras, dejar claro, ya de entrada, cuál es la proverbial intención del autor. Algo que no se hace muy frecuentemente pero que puede evitar alguna que otra elucubración innecesaria.
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